10 ene 2012

Igualdad relegada en los objetivos del milenio

les dejo esta joyita que si bien està escrita por alguien del primer mundo (Bruno Abarca), los que estamos del otro lado del ecuador conocemos bien.


La semana pasada Richard Jolly, del Institute of Development Studies de Londres, dejaba caer en un artículo del The Guardian que “Las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio están pasando por alto las desigualdades“. Y, probablemente, tiene toda la razón del mundo.

Uno de los problemas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) reside en la forma de medirlos: a través de indicadores agregados por países. Desgraciadamente, ni la situación social, ni la económica o sanitaria es igual entre los estratos más ricos o más pobres de un país en desarrollo, con lo que el problema es doble. Por un lado, se puede mejorar el indicador sin priorizar realmente a los que más necesitan las mejoras. Por otro lado, al evaluar los datos, podemos tener la falsa impresión de que todos están mejorando por igual, cuando no es así.

Evidentemente, es necesario mejorar la situación de los más pobres y reducir las desigualdades. La cuestión es que va a ser difícil lograrlo si ese enfoque de reducción de desigualdades no se incluye en los programas desde las fases de diagnóstico, recogida de datos y elaboración de programas. Y esto no siempre constituye una prioridad. Los equipos de las grandes ONGs y Agencias de Naciones Unidas suelen estar en las grandes ciudades, mientras que en las regiones más aisladas y pobres rara vez hay destinada más de una persona, y eso con suerte. Lo más habitual sigue siendo las visitas breves, de unos pocos días, de un pequeño equipo técnico, sin tiempo ni medios para visitar las zonas más alejadas o las comunidades rurales con menos recursos, donde el visitante probablemente no tendrá ni agua, ni electricidad, ni teléfono. Una visita de tres o cuatro días apenas da para algunas reuniones con las autoridades locales y para solicitar las estadísticas y cifras de que dispongan, sin poder observar las cosas con nuestros propios ojos.

Algo falla. No se pueden determinar prioridades ni planificar programas desde una oficina con aire acondicionado en el centro de una gran ciudad, por muy buen acceso a internet que tenga. Hay que embarrarse los pies, y hablar de las desigualdades de salud desde dentro, o seguirán quedando como frases preciosas en medio de larguísimos informes, de esas que lo significan todo y al mismo tiempo no significan nada.

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