Desde hace unos años, cada vez me encuentro con más padres que no vacunan a sus hijos porque creen que las vacunas son inútiles o innecesarias o peligrosas o las tres cosas a la vez. Algunos incluso se sorprenden de que yo esté a favor de las vacunas. Como si hubiera una especie de paquete ideológico raro-progre-natural, y si defiendes la lactancia materna o coger en brazos a los niños, también debes estar, «lógicamente», en contra de las vacunas y creer en la medicina «alternativa» y en la era de Acuario…
¿Quién está a favor de las vacunas y quién está en contra? Abra los ojos.
A mí me los abrió una buena amiga, la doctora Sofía Quintero, colombiana afincada en Italia que durante años trabajó en Mozambique. La conocí hace muchos años, en una reunión europea sobre lactancia materna. En un grupillo, uno de los participantes hizo algún comentario contra las vacunas. Yo no le di importancia, había escuchado y leído otros comentarios similares y había aprendido a sufrirlos en silencio, como una de esas creencias que no vale la pena discutir, como el horóscopo o los ovnis. Pero Sofía se indignó y me dijo al oído: «¡Cómo puede ser tan irresponsable! ¡Qué rabia me dan estos europeos, que no han visto nunca morir a un niño de sarampión, de difteria o de tétanos, y se atreven a criticar las vacunas!». Desde entonces, ya no escucho estos comentarios con la misma calma.
Los padres que no vacunan a sus hijos suelen estar muy informados. Han leído libros, han visitado páginas y páginas de internet. Están muy informados, pero muy mal informados. Porque esas páginas y esos libros que atacan a las vacunas están llenos de errores, falacias, medias verdades y mentiras completas. Mentiras a veces tan absurdas, tan contrarias a los hechos y tan insultantes para la razón, que los científicos no siempre se toman la molestia de desmentirlas. Los padres encuentran, por un lado, información oficial dirigida al público general, escueta, a veces algo paternalista, que frecuentemente se limita a decir «vacuna a tu hijo para protegerlo contra las enfermedades» o información científica muy muy larga, muy muy aburrida, a veces difícil de entender; y por otro, argumentaciones vehementes y coloristas, datos y más datos (mal interpretados o falseados) y paranoicas denuncias sobre supuestas conjuras de la industria farmacéutica.
Muchos de esos que reniegan de las vacunas son médicos, y eso les da mayor credibilidad para algunas familias. ¿De qué se sorprende? Si hay médicos capaces de negar todas las enseñanzas de la ciencia y de recomendar la lactancia cada tres horas o dejar llorar a los bebés, ¿por qué no habría de haber también médicos que no tengan ni idea sobre las vacunas?
En este libro intentaré ofrecer a las familias la información que los antivacunas les niegan, y desmontar uno por uno sus engaños. No todos, porque se puede decir una mentira en apenas unas líneas, y hacen falta a veces varias páginas para desmentirla. En varios casos describiré paso a paso el proceso seguido para buscar la información correcta, para que el lector pueda hacer lo mismo.
Tal vez pueda servir también de ayuda para algunos compañeros, médicos y enfermeras, que se ven sorprendidos por las preguntas y dudas de los padres y que no saben bien qué contestar. Una vez me comentó una madre, a la que al parecer conseguí convencer para que vacunase a su hija: «Es que mi pediatra no me dio ninguno de esos datos que tú me has dado, se limitó a decir “hay que vacunar, porque es lo que hace todo el mundo”». Pues claro, lo comprendo perfectamente. De entrada, hablar sobre las vacunas con unos padres reticentes me suele llevar más de media hora; la mayoría de los pediatras no tienen más de cinco minutos por niño. Y además, los médicos sabemos muchas cosas que no podríamos argumentar de memoria, sin pasar primero unas horas consultando libros. Por ejemplo, yo sé que la meningitis produce fiebre, vómitos y rigidez de nuca. Pero no sé por qué, quién lo descubrió, cómo lo demostró… Si un paciente entrase en mi consulta diciéndome «pues he leído en un libro que la meningitis no da fiebre, vómitos y rigidez de nuca, sino tos, estornudos y dolor en el pie izquierdo», yo no tendría argumentos para intentar convencerle; me tendría que limitar a decir: «Eso son tonterías, le aseguro que los síntomas de la meningitis no son esos».
Este libro no intenta ofrecer información general sobre los efectos, indicaciones y contraindicaciones de las distintas vacunas (algo que ya se puede encontrar en muchos libros y muchas páginas de internet). No he escrito este libro con la intención de vender muchos ejemplares (¡mi editora me va a matar!), sino con la de llegar precisamente a quienes lo necesitan, a esos pocos padres que, con la mejor intención del mundo y engañados por las mentiras de los antivacunas, están dejando de vacunar a sus hijos.
Me he centrado en analizar y refutar dos libros que parecen ser los más difundidos en España sobre este tema:
— URIARTE, Xavier. Los peligros de las vacunas, Ática, Barcelona, 2002.
— MARÍN OLMOS, Juan Manuel. Vacunaciones sistemáticas en cuestión, Icaria, Barcelona, 2005.
Vía: Pediatra de Cabecera
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