Nuevamente tengo el agrado de compartirles un texto de mi amigo el Dr. Sebastián González sobre su experiencia como residente de pediatrìa.
La Comunicación es fundamental para nosotros, los médicos...
Un mensaje entre un emisor y un receptor sería lo básico de ese proceso.
Es entonces que tenemos que adquirir (cada uno con su estilo y forma) la mejor manera de transmitir y entender las señales que recibimos y enviamos... Con nuestros pacientes y entre nosotros mismos.
Muchas veces he pecado de bruto, demasiado frontal y hasta grosero. No dudo que haya mucho de razón. Pero intento adaptarme a las situaciones de la mejor manera que puedo. No me sale hablar científicamente con una madre o un padre que lamentablemente cuenta con 40-50 palabras en su léxico habitual. Dentro de nuestra des-civilización y des-culturización, vivimos todos los días niños con padres así. Y si quiero que me entiendan y beneficiar al niño, para que lo atiendan bien, no puedo decirles: "le dan un antipirético, le aspiran las secreciones y lo controlan en 48 horas; no tiene nada, tiene una IRA alta" ¿No sería mejor decirles: éste está enfermo, tiene bruto resfrío. Mire me le baja la fiebre con una cucharita de esto, le saca los mocos cuando los tenga y me lo llevan a la policlinica pasado mañana? Lo de "no tiene nada" es una animalada para mí aunque lo repetimos a diario. Yo mismo al ver niños internados con 40 de fiebre (en el ascenso térmico cuando se ponen cianóticos con esas livideces horribles) me he asustado bastante... No tengo niños pero imagino que si lo hace mi hijo me asustaría el triple... ¿no?
Entre nosotros la cosa empeora. ¿Cuántas veces leemos las historias que escribieron los médicos que atendieron el niño antes de nosotros? El otro día mandé a un niño al Pereira y al final del resúmen de traslado puse "mando un saludo grande a todo el equipo asistencial del Pereira" Los únicos que leyeron la nota al pie y que después rieron conmigo fueron dos compañeras y un enfermero. Y no dudo que más compañeros leyeron la historia. Cuando llamamos a un niño y tiene engrampada la recetita que nos envió el Pediatra tratante...¿las leemos? Yo no siempre lo he hecho y me arrepiento de mi actitud.
Supongamos la siguiente situación y voy a ir numerando algo.
Soy María, vengo de trabajar y me encuetro en casa a Manuel, mi hijo de 6 meses, que está con fiebre y fatigado y con chillidos en el pecho... Es invierno. Le enchufo la bufanda y el pasamontañas. Llego luego de tomarme el 105 lleno y el lugar está repleto de gente. Hay feo olor y mucho ruido. Pasa el tiempo. El asiento es bastante cómodo aunque ya me duele todo porque hace dos horas que estoy esperando. Llego a ver a mis vecinos de enfermedad que los llaman. ¡Manuel González!- llama un tipo de blanco que no me dice su nombre (uno). ¿Qué le pasó señora? - Nada tiene mocos y chillidos en el pecho- le contesto. Veo que le levanta el bucito y me dice - bueno venga por acá. Y nos sentamos con Manuel en una salita llena de niños con mocos. Otro tipo de blanco y tapabocas le pone una cosa de plástico y agua en la nariz a Manuel que grita y me mira aterrado. También vomita todo. De repente se me acerca una muchacha (dos) y me pregunta todo sobre Manuel. Que cómo nació, cómo crece...¿Cómo crece? ¿Qué es eso? Le dice algo al otro de blanco y otra vez le meten el motorcito que le chupa los mocos aunque la nariz le sangra y después le ponen esa trompeta de plástico con el ventolín que me dijo la tata que hace mal al corazón... La de blanco trae a otra de blanco (tres) que le dice que le haga nebulizaciones mejor y que le ponga un suero...
Pasan las horas y cada vez Manuel está más fatigado. Ya no me toma el pecho. Me lo judearon con pinchazos para ponerle una guía y vinieron dos dotoras más viejas (cinco) que le escucharon el pecho, le tocaron la mollera y le dijeron a la otra de blanco que me lo vio primero "que ingresaba". La de blanco me dijo que se iba a quedar internado porque estaba muy fatigado y que había que ver cómo pasaba...Cuando me quise acordar estaba recorriendo pasillos fríos por el hospital y terminé en una cunita. Tenía hambre, Manuel estaba muy dormido y cansado. El pecho se levantaba y jadeaba de a ratos. Tenía miedo.
De repente vino otra dotora (seis) que prendió la luz de golpe de la habitación me despertó (yo me había quedado dormida) y lo despertó a Manuel que se puso a llorar y lo revisó todo. Me hizo las mismas preguntas que las otras. Que dónde lo controlaba, que porqué tenía dos controles sólo del embarazo- poniendo gesto feo- y que porqué todavía no lo había vacunado. Estaba tan cansada que no le dije nada a pesar de que quería ahorcarla de tanta mala cara que me ponìa. Se fue y volvió con otra dotora (siete). Escuché que decían que había que vigilarlo, que estaba agotándose ¿agotándose?, que le pusieran antibióticos y que no le hiciera más nebulizaciones que mejor la trompeta de plástico. No me di cuenta entre sueños que habían pasado tres médicos más durante la madrugada que se pasaron escuchándole el pecho y despertando a Manuel una y otra vez.
Pasó la noche de un tirón y cuando ni me había lavado la cara al despegar un ojo, vi que habían como veinte túnicas de blanco (algunos con mochilas) preguntándome las mismas cosas. Me pidieron el carné y me reprocharon que no lo tenía. Una sola se presentó (ocho?), me extendió la mano y me dijo que era la grado dos de la sala y que los estudiantes me iban a hacer unas preguntas. ¿grado 2? Arrebatada les dije que sí. Creo que me equivoqué con algunas respuestas pero ya ni me acordaba de cuando había hecho fiebre, ni cuánto pesaba en el último control, ni nada... En la tarde apenas luego del almuerzo otro médico me dijo que era de la guardia y que había que vigilarlo (nueve). Cuando vi el reloj, me di cuenta que no había avisado a la patrona y que probablemente ya me habían echado del trabajo...
María vivió así las primeras 24 horas de internación de Manuel. Le quedaban 4 días más. Fueron más de 20 las personas distintas que vieron a Manuel. Nunca tuvo una referencia clara de quién atendía a su hijo. Veía a uno y otro médico que le hablaron una y mil veces. Algunos los veían desde la ventana todas las mañanas y hablaban de Manuel. Otros venían de tarde y otro un día le dio un papel firmado con indicaciones que nunca leyó porque María nunca en su vida había leído. Allá arrancó con el bolso a cuestas a la parada del 105, desocupada, pero con Manuel recuperado.
¿A cuántas madres preguntamos si saben leer y escribir? Señora, aquí le dejo el Resúmen de alta, tiene las indicaciones ahí abajo y tome las recetas... En recaudación le sellan la hoja y puede irse (ya medio hablándole de espaldas saliendo hacia la puerta porque nos queda un alta por hacer y dos ingresos y se hacen las doce....
En Uruguay hay muchos adultos que son analfabetos de uso. Esto es decir; aprendieron a leer una vez, pero nunca ejercitaron la lectura, entonces perdieron el don adquirido...Ni que hablar que no entenderan nuestras siglas... "v/o" "anf a demanda" "secreciones" "a 45°" ¿No sería mejor ponerle directamente: " cuna inclinada, tantas gotitas por boca, sacarle los mocos cuantas veces sea necesario"?
Yo creo que sí, aunque más de un compañero me gastaba cuando ponía las indicaciones de esa manera en el alta. -No seas animal, cómo vas a ponerlas así, hay que ser más prolijo-. me han dicho más de uno.
Una médica conocida me alertó de este problema cuando me contó que en centroamérica tenía que explicarle a los padres con dibujos, como darle la medicación a sus hijos. Entonces les dibujaba un sol sobre el horizonte para demostrarle que en las mañanas le tocaba la dosis...
Lo que conté como vieron fueron la cantidad de Médicos que atendieron al niño. ¿No sería mejor menos médicos? Mucho de algo bueno es malo...
¿Cuanto comunicación falta no?
Les mando un abrazo a todos aquellos que llegaron al final de este comunicativo y largo correo. El que no llegó se lo perdió. Ja.
Sebastián
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