En su espacio radial de M24 correspondiente al día 17 de agosto de 2010, el Presidente de la República senaló:
Hoy quiero dedicar algunos minutos a un tema que seguramente va a ser eterno; la ciencia avanza, avanza y avanza y va haciendo sucesivos descubrimientos.
Pero de vez en cuando hay algún descubrimiento que trastoca todo, que lo sacude todo, que nos obliga a repensarlo todo y que tiene influencias derivadas prácticamente infinitas.
¿A qué me estoy refiriendo? Al parecer - y no somos autoridad, apenas recogemos la información de gente que ha dedicado la vida para estudiar estas cosas- al parecer lo más importante de toda nuestra vida en cuanto al desarrollo de la capacidad cerebral ocurre en los dos primeros años de nuestra vida. El resultado que tenga ese proceso depende crudamente del medio ambiente en que el niño O la niña, están insertos.
La calidad y la cantidad de ese desarrollo cerebral obviamente depende de la salud y de la alimentación del niño.
Pero no menos importante -y acá salta el gran llamado de atención- son los estímulos intelectuales y los afectos que tenga la nueva criatura.
Hay imágenes de tomografía computada al respecto que muestran el desarrollo cerebral de niños en distintas peripecias. Lo que es el desarrollo de un botija o de una botija bien nutrida, en un ambiente de amparo y de estímulos; y lo que es el desarrollo de un niño común y corriente que se está criando "a la marchanta".
Y creánme, queridos oyentes, dan ganas de llorar. Francas ganas de llorar, porque esto es como una condena. Hay diferencias físicas enormes y se dice que esas diferencias no hacen otra cosa que pronosticar diferencias futuras en la capacidad intelectual. Este asunto es de las cosas más duras que puede haber arriba de la Tierra, porque es un proceso que está casi terminado al llegar a los 3 años.
Después, parece que no tiene desquite, que no tiene revancha, que no tiene oportunidad. Es como si a los tres años estuvieran los dados echados de los límites que una criatura puede tener a lo largo de su vida como ser humano.
No estamos hablando de que haya necesariamente una condena al retardo intelectual, si el medio ambiente en el que se está criando ese gurí no lo favorece. Sino que, a un niño mal estimulado, criado sin cariño o mal nutrido, o de todo un poco, le va a ser imposible alcanzar ciertos niveles de la función intelectual del cerebro, como la capacidad de abstracción, el desarrollo en profundidad de la inteligencia. Y como consecuencia, esto se va a reflejar en toda su vida.
Pero todavía más: el seguimiento de los casos sugiere que, si la masa encefálica de ese botija no se ha desarrollado convenientemente en esos primeros tres años de la vida, también cabe esperar que tenga una salud peor durante toda su vida y que su vida sea más corta.
Repito: estas conclusiones de carácter científico, francamente, debieran ser centro de la información y del debate nacional, porque nos cambia todos los parámetros.
Yo necesitaría que gente mucho más ilustrada y capaz agite este tema y lo ponga al alcance del hombre y de la mujer común y corriente que caminan por las calles. Nada se va a poder hacer si previamente no nos damos cuenta, colectivamente, de lo que está en juego. Porque esto: que en el pequeño cerebro de un niño de tres años poco menos que queda preescrita la probabilidad de tener una vida de primera o de segunda es, francamente, una revolución. Nos mandata a una revolución en toda la conducta social y política de nuestro medio.
Todavía hay algunas hipótesis, no totalmente confirmadas -hasta donde yo sé - que van, incluso, más allá. Se afirma que la evolución de lo que se puede llamar el mapa neuronal en esa edad termina fijando la capacidad de ejercer autocontrol y que por tanto quedan fijadas las aptitudes para poder practicar una convivencia civilizada durante la vida adulta. Tengo anotados por acá los términos precisos "estos procesos producen personas menos educadas, menos motivadas y más dispuestas a participar en delitos".
Por supuesto, éste no es un problema de inclinación de gusto. Por el contrario, quisiera en mi fuero interno que todo esto fuera un verdadero disparate, y que fuera posible demoler por completo esta teoría.
Esto es lo que, en mis sentimientos, quisiera.
Quisiera pensar que la gente por sí sola, tomando sus propias decisiones y a costa de su mayor o menor esfuerzo, pueda arrancar de muy atrás. Y, luchando paso a paso, tenga la posibilidad de alcanzar a todos aquellos que están en alguna especie de vanguardia. Seguramente que va a haber casos excepcionales aunque esta teoría sea sencillamente verdad.
Siempre va a estar el individuo excepcional.
Pero cuando uno trabaja promediando con números estadísticos la cosa cambia totalmente y si esta teoría es efectivamente cierta, todas nuestras decisiones políticas deben empezar a reflejarlo en términos de prioridad. Parece que ahora empezamos a saber que en la primera infancia y aún lo prenatal, no hay duda, se está jugando un partido decisivo en cuanto al futuro. Mucho más decisivo que todo lo que viene después. No es que lo que venga después no tenga importancia, sino que todo el sistema de educación y de enseñanza que se puede construir después, por bueno que sea, no puede trasvasar los límites de esta barrera biológica que se construye en los dos primeros años de la vida. Y esto se va a reflejar en toda la capacidad promedio de la sociedad, se va a reflejar en la marcha armónica de la sociedad, se va a reflejar en el tipo de civilización que podemos construir. Lo que acabo de reseñar sucintamente y que necesita mucho más aporte, muchísima discusión y sobre todo enorme difusión nacional, porque este partido puede ser importante si Juan, José, María, los anónimos, que caminan por las calles de los barrios más populares entienden y se dan cuenta lo que está en juego, sino de nada sirve perorar en conferencias especializadas.
Está cuestionado el grueso de los paradigmas, si esto es así, nada hay más importante en la formación del futuro que atender esto. No es que no existan cosas importantes, sino que no son tan importantes como esta. Por supuesto, la experiencia científica internacional ha ido avanzando, hay no sólo diagnóstico, hay mucha investigación y hay éxitos allí donde se han logrado intervenciones enérgicas, donde se coordina el esfuerzo de la salud, de la educación y de la asistencia directa en los hogares y todo compone un conjunto estimulante, claro que sí. Tenemos una idea de lo que hay que hacer, no sólo hay un diagnóstico, sino cómo enfrentar esta situación. El asunto es cómo masificamos esto y cómo nos damos cuenta que este no es un problema sólo de técnicos o especialistas, sino que es una causa común de nuestra sociedad.
Esta es la cuestión más central, todos estamos para aprender, yo como veterano y como viejo el primero que nadie. Hay que tomar los aportes de la ciencia para que nos iluminen en las decisiones políticas y en la administración de las prioridades que tenemos que establecer. Lo otro es andar en el mundo del olfato o en el mundo de lo que nos parece. En todo lo posible la ciencia debe cimentar las decisiones políticas más trascendentes, más importantes. Pero esto requiere una primera, larga etapa de conocimiento cotidiano, porque cambia todos los paradigmas y todas las prioridades y por lo tanto cammia la proporción en que se distribuyen los esfuerzos. Pero en primer término, cada padre y cada madre tienen que saberlo y cada gurisa y cada gurí que se está formando y allí en la etapa de la adolescencia hay que discutir a muerte por estas cosas centrales que hacen a la cosa más maravillosa que puede haber arriba del planeta que es la vida, la vida humana.
Este que debe ser uno de los fundamentos más centrales de nuestras preocupaciones del porvenir inmediato, por eso gracias UNICEF y gracias a ti, Michelle Bachelet, por estar un momento con nosotros aquí en el Uruguay, llamándonos la atención sobre lo mucho que está en juego con la consideración de estas cosas.
Extraido de: http://www.asse.com.uy
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